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Victoria en todos los frentes



 

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)

 

El Señor Jesús procura a los suyos dos formas de paz: la paz de la conciencia, para aquel cuyos pecados son perdonados, y la paz del corazón, para aquel que confía en Dios con sumisión.


Cristo hizo la paz mediante la sangre de su cruz (Colosenses 1:20). Ya que antes éramos enemigos de Dios, mas ahora estamos reconciliados con Él (Romanos 5:10). Nada ni nadie puede cuestionar nuestro derecho de hijos de Dios, salvos y rescatados. Ningún enemigo levanta ya la cabeza, pues todos fueron vencidos.


¿El pecado? Fue abolido. Dice su Palabra que Cristo «se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado» (Hebreos 9:26). ¿Satanás? Fue despojado de su poder cuando Cristo destruyó «por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14). ¿La muerte? Fue vencida mientras aguardaba ser abolida: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Corintios 15:55). ¿El mundo? También fue derrotado, pues el Señor dijo: «pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Por eso podemos decir con toda certeza: que Cristo conquistó y les arrebató la victoria a todos nuestros enemigos.


Y más aun, el Señor también nos provee de paz en el corazón, que era suya como hombre perfecto. Para nosotros, ella mana de la simple sumisión al Señor Jesucristo. Entonces, confiemos en Él, en todas nuestras dificultades. Esto no es una especie de fatalismo, sino el deseo de colocarnos bajo la sabia y benévola autoridad del Señor, de andar junto a Él con la seguridad que da ser suyo por fe.


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