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Verdaderamente saciados



Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3 RVR60)


Hace algunos años atrás tanto en Inglaterra como en España, en los buses de transporte urbano apareció el siguiente anuncio: «Probablemente Dios no existe. Deje de preocuparse y disfrute la vida». Esto no es más que un reflejo de la mentalidad de la sociedad de hoy en día. Para ellos la vida consiste en: Comer bien, beber, andar de fiesta y distraerse. Este es casi el sueño de la gran mayoría de personas. Pero ¿esto durará para siempre? Me refiero a esta sed de placeres de todo tipo, pasajeros y egoístas. Realmente ¿en esto consiste la vida? ¿No es más bien la prueba de que lo que tenemos delante es la muerte? Porque la Palabra de Dios dice:


Y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos. (Isaías 22:13 RVR60)


Esto es lo que proclama el mundo sin Dios y que tanta tristeza, vacío, insatisfacción y desesperación produce. Las cosas del mundo no nos pueden satisfacer porque son pasajeras, efímeras; es como la comida, pues nos podemos comer una comida excepcionalmente exquisita, pero al final volveremos a tener hambre luego de algunas horas. Bien dicen las escrituras:


Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:16–17 RVR60).


Sin embargo, el mundo rechaza a Dios y Él desea darle un verdadero sentido a nuestras vidas. En su Palabra encontramos como el apóstol Pablo trataba de conducir a los hombres a «echar mano de la vida eterna» (1 Timoteo 6:19). Esta vida eterna es la que Dios nos ofrece a través de su Hijo el Señor Jesús, quien nos puede saciar verdaderamente, tal como Él dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35 RVR60).


Esta vida en Cristo Jesús no se trata de una vida llena de restricciones y prohibiciones, sino de una vida abundante. Es abundante en el sentido de que ya no vivimos egoístamente para nosotros mismos, como lo proponía aquel anuncio publicitario que mencioné al principio; sino que vivimos con un corazón rebosante, deseando agradar a Dios y hacer el bien en nuestro entorno.


Esta vida nueva se halla únicamente en Jesucristo, creyendo en Él como el salvador personal de nuestras vidas. Porque solo Él nos da una vida plena, llena de saciedad.


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