Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. (1 Corintios 1:10–11)
Hace varios años entrevistaron a antiguos prisioneros de guerra norteamericanos para determinar cuáles de los métodos usados por el enemigo había sido el o los más eficaces para quebrarles la voluntad. Los investigadores descubrieron que a los prisioneros se les quebraba la voluntad más rápidamente sometiéndolos a reclusión solitaria o cambiándolos a menudo para que no generasen lazos estrechos, y sobre todo, separándolos de sus amigos. Estas técnicas eran muchísimo más efectivas que las privaciones físicas o las torturas. Además, descubrieron que de donde más fuerza sacaban estos soldados era de los estrechos vínculos que habían formado con las pequeñas unidades militares a las cuales pertenecían.
Estas observaciones nos ayudan a entender porqué los cristianos necesitamos tener comunión los unos con los otros para ayudarnos a permanecer en el Señor, tal como dice su Palabra: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (Hebreos 10:24). Nuestras relaciones personales con el Señor, por vital que sea, no es suficiente para producir madurez y resistencia espiritual; sino que necesitamos de las relaciones que se desarrollan dentro del cuerpo de Cristo, esto es, la iglesia, la cual debe estar llena del Espíritu Santo. Estas relaciones son fundamentales para mantener nuestra fidelidad individual al Salvador. Bien dice su Palabra:
Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor. (Efesios 4:15–16)
Y si bien es cierto que a veces preferiríamos no involucrarnos en la vida de la iglesia, pensando que es más fácil ir por la vida solos, pero los cristianos que hacen eso pierden todos los beneficios de la comunión con sus hermanos en una iglesia local. Por eso, recordemos que Dios en su sabiduría nos ha agrupado para que seamos más fuertes, porque unidos somos fuertes.
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