Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. (1 Tesalonicenses 4:13)
Un hombre de la comunidad donde vivo salió en el periódico porque le gusta ridiculizar la fe cristiana. Ese hombre expresa osadamente su convicción de que esta vida no tiene significado, y que no tenemos base para esperar una vida más allá de la tumba. Rechaza desafiantemente la evidencia de la existencia de Dios, y hasta los registros históricos de su crucifixión y posterior resurrección.
Puede que llegue el día en que él, al igual que el filósofo ateo Jean-Paul Sartre (1905–1980), anhele una luz de esperanza y no pueda encontrarlo. En 1980 el enfermizo Sartre escribió: «La desesperación vuelve a tentarme… El mundo parece feo, malo y sin esperanza. Ese es el grito de desesperación de un viejo que va a morir en esperanza. Pero esa esperanza necesita fundamento».
Al mes después murió aquel hombre. Me pregunto si alguna vez descubrió ese fundamento. Sin embargo, la Palabra de Dios enseña que la única base para la esperanza es la tumba vacía del Señor Jesús tras haber resucitado. El apóstol Pablo decía: «Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe» (1 Corintios 15:13–14). Pero porque Cristo resucitó tenemos esperanza cierta y sabemos que un día también seremos cambiados a su imagen. Tal como dice en esta misma carta de Pablo:
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Corintios 15:54–57)
Dios ha provisto en Cristo Jesús un fundamento sólido como una roca para tener esperanza durante la vida y también después de la muerte. Y puesto que resucitó de los muertos, ninguna persona tiene que morir en desesperación (1 Tesalonicenses 4:13–14). Así que le pregunto: ¿Y usted? ¿Tiene su esperanza fundada en Cristo?
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