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Una buena salud espiritual



Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación. (1 Pedro 2:1–2)


Los profesionales de salud especializados en dietética, siempre nos están recordando la importancia de tener una alimentación equilibrada a fin de asegurar el correcto y normal desarrollo de los niños, y para mantener una buena salud en los que somos adultos. Por ejemplo, una carencia de vitaminas, puede tener serias consecuencias en nuestros cuerpos. Desde un punto de vista espiritual pasa lo mismo.


En los versículos del encabezado, vemos que un cristiano, al principio de su nueva vida, es comparado con un niño recién nacido. Necesita leche (la Biblia) para crecer normalmente. Si deja de leerla o escucharla, su crecimiento sufrirá las consecuencias. Pero si la desea ardientemente, como lo sugiere el mismo texto, crecerá y se desarrollará saludablemente. De la misma manera como los adultos necesitamos comida sólida, los creyentes maduros en Cristo necesitan un alimento espiritual más sólido, el cual se encuentra también en la Palabra de Dios.


El problema se genera cuando un creyente, debido a la mala alimentación, permanece demasiado tiempo siendo un niño espiritual o sin desarrollarse espiritualmente. Quizás, una de las causas por las cuales no estamos creciendo como deberíamos es que nos hemos vuelto perezosos en alimentarnos correctamente y de forma diaria al leer la Biblia, estudiarla con regularidad, oírla y orando como es debido. O quizás estamos siendo solamente oidores. Pero recordemos que Dios nos dice:


Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)


Mis hermanos, podemos poner muchas excusas: que el trabajo, que la familia, que los estudios, etc. Pero si queremos tener una buena salud espiritual, necesitamos alimentarnos apropiadamente. Necesitamos hacer como María (hermana de Lázaro) y sentarnos cada día a los pies del Señor Jesús (Lucas 10:38–42), de esta forma podremos ir desarrollándonos y Dios nos dará el crecimiento (1 Corintios 3:6).


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