Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16.7 RVR60)
William Carey fue un muchacho enfermizo, nacido en una familia humilde, cerca de Northampton, Inglaterra. Su futuro no prometía ser demasiado brillante, pero Dios tenía planes para él. Contra todo pronóstico, se mudó a la India, donde realizó reformas sociales increíbles y tradujo la Biblia a varios idiomas. Amaba a Dios y a las personas, y logró hacer mucho para el Señor.
David, el hijo de Isaí, era un joven común y corriente, y el menor de la familia. Al parecer, un pastor insignificante en las colinas de Belén (1 Samuel 16.11-12). Sin embargo, Dios vio su corazón y tenía un plan para él. El Señor había rechazado al rey Saúl por su desobediencia. Entonces, llamó al profeta Samuel para que lo ungiera como el futuro rey, en lugar de Saúl.
Sin embargo, cuando Samuel vio al alto y atractivo Eliab, pensó: «De cierto delante de Jehová está su ungido» (v. 6). Pero tal como se puede leer en el versículo del encabezado, la imponente apariencia de Eliab no significaba nada para Dios. La estrategia de Dios era muy diferente de la de Samuel. Todos los hijos de Isaí fueron rechazados, excepto el más joven. Elegir a David como rey no era en verdad un movimiento estratégico de parte del Señor, desde un punto de vista humano; porque ¿qué podría ofrecerle un joven pastor a su comunidad? Y menos aun, a su nación. Pero lo cierto es que Dios lo usó de maneras que hombre alguno podría jamás haberlo imaginado, y no solo hablo me refiero a su reinado en Israel, sino a todos los salmos que compuso.
¡Qué consolador es saber que el Señor conoce nuestro corazón y que tiene planes para nosotros! Planes que ciertamente nosotros desconocemos. Muchas veces nos sentimos inadecuados e insignificantes para tal o cual tarea a la que nos ha encomendado el Señor; pero si Dios nos escogió desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1.3), lo hizo con un propósito.
Aprendamos a confiar en los propósitos de Dios para nuestras vidas, tal como nos dice en su Palabra:
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29.11 RVR60)
—EPE
Nuestro Pan Diario Volumen (Modificado)
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