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Un golpe duro



Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo. (Tito 3:3–5)


Roberto tuvo una abominable juventud, llena de excesos y desenfreno. Pero después de acudir a Jesucristo se convirtió en un fiel predicador del evangelio. Una noche, cuando entré en el lugar donde habría de predicar, un desconocido le entregó un papel que decía: «¡Usted es un hipócrita! Debería refrescar su memoria. ¿Acaso ya no recuerda tal y tal cosa? ¿Cómo es que tiene el valor de levantarse esta noche y predicar el evangelio en esta sala?»


Fue un golpe duro. Sin embargo, Roberto subió al púlpito, abrió su Biblia y leyó: «Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1 Timoteo 1:15). Hizo una pausa y luego comenzó a decir: «Hace un rato, cuando recién entré en este lugar, me entregaron una nota. El autor de aquellas líneas, el cual me conoce de antes, me acusa de haber llevado una vida escandalosa en el pasado. Con respecto a eso tengo que hacer tres observaciones:


1. La persona en cuestión tiene toda la razón. El pasado no puede ser borrado y reconozco con vergüenza y tristeza las faltas de mi juventud.


2. Todo me ha sido perdonado, porque bien dice la Palabra de Dios: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). Esto es gracias a la obra de salvación que el Señor Jesús consumó en la cruz del Calvario. Y tras confesar mis pecados y creer en el Señor como mi salvador personal, estos han sido borrados del todo.


3. Si Dios pudo perdonar una culpa tan grande como la mía, y si pudo perdonar al primero de los pecadores (el que ocupa el primer lugar), entonces, no existe nadie que quede fuera del perdón divino que Dios nos ofrece gratuitamente por fe.


Así que, no niego mi pasado, porque Cristo me ha dado un nuevo futuro a su lado, al haber perdonado todos mis inmundos pecados. ¿Quiere usted también recibir perdón de los suyos? Basta con que crea en Cristo y será salvo.


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