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Un espíritu perdonador



Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6:14–15)


Durante la guerra de Kosovo en 1999, tres soldados norteamericanos fueron capturados y mantenidos como rehenes durante más de un mes. No obstante, y después de intensas negociaciones, se logró que liberaran a los tres prisioneros. Uno de los miembros de la delegación de negociación, llamado Roy Lloyd, informó lo siguiente: «Los tres jóvenes soldados que fueron mantenidos como rehenes, eran muy religiosos. Digo esto, porque uno de ellos, Christopher Stone, no quiso irse sin que antes le permitieran volver donde el soldado que lo vigilaba y orar por él».


Este joven mencionado por Roy conocía, practicaba y obedecía las enseñanzas del Señor Jesús quien dijo: «Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos» (Mateo 5:44–45).

Aquel joven pudo haber sentido resentimiento debido a las circunstancias en las que se vio envuelto, y hasta pudo haber odiado a sus captores; incluso podría haberse amargado y sentir deseos de venganza. Sin embargo no lo hizo, sino que siguiendo los pasos de su Señor, perdonó a su captor; pues es lo que vemos que hizo en la cruz al decir: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).

En un mundo donde la venganza es tan común, los creyentes debemos ser diferentes, porque tenemos un llamado a ser distintos, no solo a poner la otra mejilla (Mateo 5:39), a perdonar para ser perdonados por nuestro Padre celestial (Marcos 11:25–26). Hemos de orar por nuestros perseguidores, perdonarlos y ministrarles.


La verdad es que los mandatos por los que el Señor Jesús espera que vivamos son desafiantes, especialmente para nuestro yo; sin embargo, con la ayuda del Espíritu Santo que vive en nosotros, podemos optar por tener un espíritu perdonador, así como nuestro Dios que tanto nos ha perdonado y nos perdona cada día sin que nosotros lo merezcamos.


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