Un desprecio disfrazado de invitación
- 10 mar
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Versión en video: https://youtu.be/zHJL4KXf0mo
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. (Lucas 7:36)
Simón el fariseo hizo algo que, en apariencia, parecía un gran gesto: rogó al Señor Jesús que viniera a su casa. No fue una invitación casual ni espontánea, puesto que las Escrituras nos dicen que le rogó. Pero, sorprendentemente, cuando el Señor entró en aquel hogar, Simón lo trató con total indiferencia. No le ofreció agua para los pies, no le dio el beso de bienvenida, ni le ungió la cabeza con aceite, gestos básicos de la hospitalidad en aquel tiempo. En otras palabras, lo llamó, pero no lo honró.
Este contraste se hace aún más evidente cuando una mujer pecadora irrumpe en la escena. Ella, sin haber sido invitada, mostró un amor y una devoción que Simón jamás expresó. Mientras Simón despreciaba con su indiferencia, ella lloraba a los pies del Señor Jesús, los lavaba con sus lágrimas y los ungía con perfume.
Aquí vemos un reflejo de cómo, muchas veces, tratamos al Señor en nuestra vida. Le rogamos que venga: le pedimos ayuda en nuestras crisis, clamamos en nuestras dificultades, buscamos su consuelo cuando estamos afligidos. Pero, cuando Él llega, muchas veces lo ignoramos, no le damos el lugar de honor en nuestro corazón, ni nos postramos en adoración, tampoco derramamos delante de Él lo más valioso que tenemos, básicamente, actuamos como Simón el fariseo.
El Señor Jesús, con su amor y paciencia, le hizo ver a Simón su error con la parábola de los dos deudores. Y al final, la gran ironía fue que la despreciada y señalada mujer pecadora salió justificada, mientras que el fariseo religioso quedó expuesto en su hipocresía.
Este es un llamado a examinarnos: ¿Cómo estamos tratando al Señor? ¿Lo hemos invitado a nuestra vida solo de palabra, pero en la práctica lo ignoramos, ya que no oramos, ni leemos la Biblia, ni tampoco acudimos a la iglesia? ¿Le hemos pedido que entre, pero seguimos sin honrarlo como Él merece? ¿O estamos viviendo con una actitud similar a la mujer pecadora?
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