Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. Alabadle a son de bocina; alabadle con salterio y arpa. Alabadle con pandero y danza; alabadle con cuerdas y flautas. Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya. (Salmos 150.1–6 RVR60)
Personalmente, siempre me siento corto en cuanto a la adoración a Dios. Trato de ser un adorador consciente de Dios, porque no solo es un mandamiento de parte de Dios, tal como leemos en los versículos del encabezado, sino que además nos pasaremos una eternidad adorando al trino Dios en el cielo.
Y si nos preguntamos cómo es esta adoración, basta con que vayamos al libro de Apocalipsis, ya que ahí se nos da un atisbo de cómo será. Un hermano, Davis C. Egner, escribió acerca de esto y dijo:
En nuestro grupo de estudio bíblico estábamos examinando los primeros cinco capítulos del libro de Apocalipsis. Pasamos tiempo hablando de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos que cantaron un cántico nuevo cuando escucharon que el Cordero era digno de abrir el rollo de los siete sellos (Apocalipsis 5:9–10).
Un miembro de nuestro grupo preguntó: «¿Cuál es el significado de los objetos que tenían en las manos? ¿Por qué arpas y copas?» Aprendimos que desde los días del Antiguo Testamento, el arpa ha sido un instrumento de adoración. A menudo los coros de sacerdotes y la congregación cantaban los salmos con el acompañamiento de un arpa. Las copas de oro, que eran como platillos llenos de incienso, enviaban un aroma agradable a Dios. El humo que subía representaba la oración, las oraciones de los santos que llegaban al Señor.
Mis amados hermanos, tanto los cánticos como las oraciones forman parte integral de la adoración cristiana, tanto pública como privada. Y si miramos las escrituras, podremos ver que estas están llenas de ellas. Quizás tengamos una voz estridente y desafinada, pero esa no es excusa para no elevar cánticos de adoración a Dios. Y ni hablar de las oraciones, ya que todos podemos orar a Dios en cualquier momento y lugar; y es a través de estas últimas que podemos alabar a nuestro Todopoderoso Dios.
Así que, hermanos, «incluyamos» un arpa y una copa (o varias) llenas de adoración a quien es merecedor de toda nuestra adoración por lo que hizo en la cruz del Calvario.
Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. (Salmos 118.1 RVR60)
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