Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16.7 RVR60)
Cuando un grupo de universitarios hizo un paseo cultural, el instructor casi no reconoció a una de sus mejores estudiantes. En la clase, ella escondía bajo sus pantalones unos zapatos de unos 15 centímetros de alto. Pero con botas, medía menos de un metro y medio. «Mis tacones son como quiero ser —dijo riendo—, pero mis botas son como en realidad soy».
Nuestra apariencia física no define quiénes somos; lo que importa es el corazón. Jesús fue duro con los expertos en apariencias: los súper religiosos «fariseos y maestros de la ley». Cuando estos le preguntaron por qué sus discípulos no se lavaban las manos antes de comer —como indicaba la ley (Mateo 15.1-2)—, Él dijo: «¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?». Entonces, señaló cómo ellos habían inventado un agujero legal para proteger sus riquezas y no ocuparse de sus padres (VV. 4-6), deshonrándolos y violando el quinto mandamiento (Éxodo 20.12).
Si priorizamos las apariencias, encontrando excusas para no cumplir los claros mandamientos de Dios, estamos violando el espíritu de la ley. Jesús afirmó: «del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones» (Mateo 15.19). Solo Dios, por medio de Cristo, puede darnos un corazón limpio.
—TLG
Nuestro Pan Diario
Comments