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Tiempo a solas con Dios

  • 3 mar 2024
  • 2 Min. de lectura



Mientras iban ellos de camino, Él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada. (Lucas 10:38–42 LBLA)


Como seres humanos, tendemos a olvidar lo que es lo más importante, especialmente cuando estamos en situaciones donde debemos hacer muchas cosas. En el relato de más arriba vemos a estas dos mujeres de Betania (Juan 11:1), hermanas de Lázaro (el que estuvo muerto y fue resucitado); con dos actitudes distintas ante el Señor.


María, quien se sentó a los pies del Señor a escuchar el mensaje de Dios; mientras que, por otro lado, vemos a Marta, la cual deseaba servir al Señor como un invitado ilustre y estaba muy atareada con eso. Acá vemos dos maneras de relacionarnos con el Señor. María lo hizo en la intimidad del cara a cara con Él. Cada uno de nosotros como creyentes necesitamos estos momentos de intimidad a solas con el Señor, tanto en oración (Mateo 6:6) como en la lectura de las Escrituras de manera diaria. Porque es el lugar de mayor deleite, pues por eso que David decía:


¡Cuán bienaventurados son los que moran en tu casa! Continuamente te alaban. Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios que morar en las tiendas de impiedad. (Salmos 84:4 y 10 LBLA).


La segunda forma de relacionarnos con Dios que vemos en el pasaje del principio, es trabajando y haciendo cosas para servir a nuestro Salvador. Ahora, cuando Marta se va a quejar con el Señor para que su hermana le ayude en la obra de servicio, Él le dice que María escogió lo mejor y no le sería quitado (Lc 10:42). Acá vemos cuál es (y debe ser siempre) la prioridad de nuestras vidas, es decir, el pasar tiempo a solas a los pies de nuestro Señor y Salvador oyendo su voz por sobre trabajar para servir a Dios.


Sin embargo, nuestra prioridad debe ser (según nos enseña el Señor) pasar tiempo a sus pies oyendo su Palabra. Y si bien, es hermoso y edificante compartir con los hermanos en la fe (Salmos 113:1), no bastante, no podemos perder de vista que la parte más importante de nuestra vida en Cristo es pasar tiempo a solas, cara a cara con aquel que nos amó y dio su vida por nosotros.

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