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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Terremoto



La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron los cimientos de los montes, y se estremecieron, porque se indignó él (Dios). (Salmos 18:7)


¿Alguna vez ha estado en un terremoto? Puede que sí, como puede que no. Pero para quienes somos de Chile (uno de los países con más eventos telúricos del planeta tierra) y tenemos cierta edad, hemos experimentado varios terremotos de mayor o menor intensidad. Ciertamente es un evento que produce temor, sin importar cuánta experiencia uno tenga; a pesar de lo anterior a algunos les asusta más que otros. Mucho de aquel miedo se condice con nuestra opinión que tengamos o con las experiencias previas.


Durante un terremoto que ocurrió hace muchos años en un lugar poco acostumbrado a los eventos sísmicos; los habitantes de una villa se alarmaron muchísimo, y muchos de ellos salieron escapando despavoridos. Sin embargo, se sorprendieron aun más con la calma que tuvo una anciana cristiana a quien todos conocían. Cuando ya todo había pasado uno de ellos le preguntó a la mujer: «¿No sintió miedo? «No —contestó ella. Me gozo de saber que tengo un Dios que puede estremecer el mundo con tan solo su enojo». Ella no temía como consecuencia de tener puesta su confianza en Dios, el cual puede sacudir al mundo con solo enojarse.


La Palabra de Dios, en el libro del Apocalipsis, nos habla de un terremoto futuro, un terremoto universal final. Dice: «y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra. Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados» (Apocalipsis 16:18 y 20). Tan fuerte será este cataclismo que en libro del profeta Isaías encontramos que dice: «Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira» (Isaías 13:13).


Tenga usted o no experiencia en esto, amado hermano en Cristo, en aquel día estaremos seguros en nuestro Señor y nos alegramos como aquella hermana, de que aquel que estremece a la creación es nuestro Dios y Salvador. ¡Bendito sea nuestro Dios!


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