
Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas? ¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. (Hechos 7:48–51 RVR60)
¿Quién ha visto el rostro de Dios para hacer una imagen de Él? Nadie le ha visto jamás (Juan 1.18), por lo tanto, nadie puede saber cuál es su aspecto. No solo eso, sino que si algún ser humano viera su rostro, moriría en el acto; pues le dijo a Moisés: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá (Éxodo 33.20 RVR60). Entonces el Señor dijo: He aquí, hay un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y sucederá que al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Después apartaré mi mano y verás mis espaldas; pero no se verá mi rostro. (Éxodo 33.21–23 LBLA)
¡Cuán grande es Dios! No podemos dejar de asombrarnos de su grandeza. Pero lamentablemente, nosotros, sus criaturas, vivimos sin temor alguno. Porque, ¿cómo podemos hacer nuestra voluntad, poniéndola por sobre la de Él? ¿Es que acaso le estimamos tan poco que no tenemos reverencia que el Dios Altísimo se merece?
Cuántas veces he escuchado a personas diciendo: «¡Por Dios, que hace frío! ¡Por Dios, que te demoraste! ¡Por Dios, este niño que no llega! etc.» Y el ser humano toma el nombre de Dios en vano, siendo que Él dijo: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome su nombre en vano (Éxodo 20.7 LBLA). Oh, no; no se engañe, Dios no es como usted o como yo. Bien dice su Palabra: Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de parecer. (Números 23.19 NTV)
Es mejor que pensemos antes de hablar algo acerca de Dios. Como ya mencioné, ni siquiera podemos ver su rostro y seguir viviendo; y resulta que nos tomamos el derecho y la atribución de usar su nombre como cualquier cosa, siendo Él el Dios creador. ¡Oiga! Tenga cuidado. No solo en las expresiones que antes mencioné violan su ley, sino que también transgredimos sus mandamientos cuando nos referimos a Él, como por ejemplo, «diosito» o «el de arriba». Nos estamos dirigiendo al Juez de toda la tierra (Génesis 18.15) y su nombre no es cualquier cosa:
Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos. (Malaquías 1.11 RVR60)
No por nada dice en su Palabra: Pero el Señor está en su santo templo. Que toda la tierra guarde silencio delante de él. (Habacuc 2.20 NTV)
Entonces, vaya a Dios con reverencia de labios y de todo su entendimiento. Él, es nuestro Creador y nosotros sus criaturas. Nos formó del polvo, por lo tanto somos barro y Él es el Alfarero. Por lo tanto, vayamos a Él con reverencia y humildad de corazón.
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