Cuán difícil y pesada se hace la vida algunas veces, sobre todo cuando vienen las pruebas. Preguntamos ¿por qué Señor? Y viene la respuesta: —Para probar tu fe y para que seas moldeado a mi imagen.
A veces pareciera que nos olvidamos que hay tantas cosas que nos suceden a través de este camino llamado vida. Siempre aparecen cosas impensables e inesperadas; y es entonces cuando nuestro ánimo se viene abajo. En ese momento uno se da cuenta cuán débil es, porque basta un pequeño problema, una «piedra» en el camino e inmediatamente nos complicamos, nos sentimos «abandonados por Dios». En estas situaciones nos damos cuenta que no estamos preparados para recibir las pruebas dadas por Dios, razón por la cual se nos hace pesada la carga. Pero no estamos solos, ni hemos sido «abandonados», porque, por ejemplo, viene a mi memoria estos fabulosos versículos:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11.28 RVR60)
Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5.7 RVR60)
Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo. (Salmos 55.22 RVR60)
¿No es formidable nuestro Señor? Porque nos da la prueba, pero inmediatamente nos ofrece el descanso y la fuerza para soportar. Es como dice su Palabra en Job: Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; Él hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal (Job 5.18–19).
Hermanos, debemos entender que nuestra carne es débil, pero además es un estorbo para Dios, porque la carne es enemiga de los designios de Dios (Romanos 8.7), por lo tanto, debe morir. Porque recordemos que nuestra carne murió con Cristo en la cruz (Romanos 6.4) y es así como debemos vivir delante de Dios. Aunque claro, la carne siempre se resentirá, se quejará y se llenará de desánimo, pero ahí es donde podemos confiar en las promesas de nuestro Dios que nos dice: No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te da esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41.10).
Aprendamos a confiar en nuestro Dios a través de la prueba, pues todo lo que estamos pasando es parte de su plan para perfeccionarnos y quitar todo lo carnal de nosotros. Y como ya vimos, tenemos a Dios de nuestra parte, a nuestro lado, ayudándonos en todo cuando padecemos. Que no nos engañe el maligno, pues no estamos solos, pues bien nos prometió el Señor:
Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28.20 RVR60)
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