No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
(2 Corintios 4:18)
Las siete maravillas del mundo antiguo era realmente eso, maravillosas. En su momento, fueron objeto de gran admiración entre quienes las contemplaron. Ahora, para quien no sepa, esas impresionantes creaciones del genio humano eran: el mausoleo del Halicarnaso, construido en el 350 a. C.; el templo de Diana de Éfeso; los jardines colgantes de Babilonia; el faro del rey Ptolomeo cerca de Alejandría; el coloso de Rodas, que era una estatua de Apolo de unos 30 metros de altura; la estatua de Zeus, de unos 12 metros de altura ubicada en la ciudad de Olimpia; y las grandes pirámides de Egipto.
De estos siete extraordinarios logros, seis han sido destruidos. El faro de Ptolomeo por un terremoto, el único destruido por un fenómeno natural, ya que los restantes cinco fueron demolidos por los saqueadores. Y de aquellas maravillas, las únicas que aún permanecen, son las pirámides de Egipto, las cuales aún hoy nos maravillan.
Puede que estos monumentos nos causen maravilla, pero no debemos olvidar nunca que todo lo que hay en nuestro mundo es temporal. En nuestra época hemos visto caer, por ejemplo, las famosas torres gemelas, ubicadas en la ciudad de Nueva York. Hay un himno en inglés que dice: «Todos estos perecerán, piedra sobre piedra; no tu reino, no tu trono», lo cual me recuerda lo que dice el salmista:
Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos, como una vestidura, se envejecerán; como un vestido, los mudarás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. (Salmos 102:25–27)
El autor de Hebreos dijo: «Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia» (Hebreos 12:28). Estas palabras y las palabras del Salmo 102 nos ayudan a mantener lo temporal y lo eterno en la perspectiva correcta: Solo Dios permanece para siempre, y todo lo que está delante de nuestros ojos naturales, es temporal, así que, debemos asirnos únicamente a nuestro Dios y jamás confiar en lo terrenal, por muy firme que se vea.
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