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Temas para reflexionar



Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. (Isaías 48:17)


Cuando estamos pasando por una prueba, no esperemos necesariamente que Dios transforme las circunstancias de nuestras vidas. Pidámosle más bien que sus fieles cuidados nos ayuden a pasar por ellas, que nos dé la fuerza para aceptarlas de su mano.


Somos hijos de Dios y estamos bajo las órdenes de Dios para la obra de Él: «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:20).


El Señor puede vivir sin nosotros, pero nosotros no podemos vivir sin Él: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).


La oración es la expresión de nuestras dependencia a Dios y el medio para relacionarnos con Dios. Es a través de ella que pedimos a Dios para nuestras necesidades: «Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos» (Salmos 34:15).


No tenemos dos vidas para vivir. Cuando nuestra vida terrenal llegue a su fin, no podremos volver a empezar (Hebreos 9:27). Por eso es tan importante que vivamos cada día con sabiduría, así como decía el salmista: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmos 90:12).


Obedecer a Dios y guardar su Palabra es una manifestación del amor que le tenemos: «En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos» (1 Juan 5:2–3).


Tomémonos un momento en este día y meditemos lo que Dios nos dice, reflexionemos en la sabiduría y provisión que nuestro buen Dios nos da cada día.


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