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Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. (Lucas 6.27–28 RVR60)
Imagínese que está en un supermercado y se acerca a un estante que muestra una nueva clase de betún para zapatos. Un vendedor se dirige hacia usted y le dice: «Este milagro de la ciencia moderna le da el mejor brillo hasta la piel más opaca. Es tan bueno que todo el mundo notará la diferencia y querrá saber lo que usted está usando. Claro, cuesta más, pero usted no se puede dar el lujo de no comprarlo».
Hasta ese momento, usted ha sido paciente y escucha sin decir nada. Pero de pronto nota algo que le obliga a decirle lo siguiente: «Estoy seguro de que usted cree en su maravilloso producto; pero por lo que veo, su betún no es mejor que la marca que habitualmente compro. Ya que si lo que usted vende es tan maravilloso, ¿por qué sus zapatos no brillan más que los míos?»
Muchas veces le predicamos a las personas con las que nos relacionamos, ponemos todos nuestros esfuerzos por interesar a las personas por el evangelio; sin embargo, a veces, estos esfuerzos son tan poco convincentes como el ejemplo de esta historia. Por ejemplo, le pedimos a las personas que confíen en el Señor Jesús como el Salvador de sus vidas, que estén dispuestos a pagar un alto precio por seguirlo; pero no le damos ni la más mínima evidencia de que Cristo marca una diferencia en nuestras vidas.
Cuando Pablo le escribe a Timoteo, le dice qué características deben tener los obispos, quienes son sobreveedores en una iglesia local. Dentro de lo que estos hermanos debían cumplir está lo siguiente:
También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (1 Timoteo 3:7)
Hermanos, ¿cómo está nuestro testimonio para con los de fuera? ¿Ven algún rasgo del Señor Jesús en nuestras vidas? Si no es así, ¿cómo podemos establecer un testimonio creíble? Una forma de hacerlo, guarda relación con los versículos del encabezado; amando a nuestros enemigos, haciendo el bien a los que nos aborrecen, y bendiciendo a los que nos maldicen.
Mis hermanos, procuremos tener un buen testimonio para que, como dice Pablo, no caigamos en el descrédito y en los lazos de Satanás.
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