Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. (Colosenses 3:13).
Pareciera ser que las personas de este tiempo, progresivamente, hemos ido perdiendo la capacidad de entendernos a pesar de nuestras diferencias. Bueno, esto no es algo nuevo, la intolerancia a lo diferente es tan antigua como el ser humano. Sin embargo, existe una intolerancia a quien expresa ideas opuestas; ya que hoy no existe el debate, no hay diálogo para llegar a un punto de encuentro, aunque sea uno en que se acuerde en que no se está de acuerdo en nada.
Sabemos que el mundo siempre cambia y anda tras sus modas. No obstante, entre los creyentes, esta manera de pensar y de actuar, ha permeado hasta las iglesias; es cosa de mirar las redes sociales y ver cómo nos tratamos entre nosotros. Pero ¿es eso lo que enseñan las Escrituras? Su Palabra nos dice: «Tened el mismo sentir unos con otros; no seáis altivos en vuestro pensar, sino condescendiendo con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión» (Romanos 12:16 LBLA).
Mis hermanos, la Palabra de Dios, nos habla de que somos un solo cuerpo, no un sinfín de cuerpos con una cabeza que es Cristo (1 Corintios 12:12–27). Por lo tanto, no podemos andar haciendo separación entre los unos y los otros. Pues si somos hijos de Dios, todos pertenecemos al mismo cuerpo. Y es este mismo espíritu de unidad al que nos llamó Dios, así que no podemos despreciar o desechar a los hermanos que tienen doctrinas que son diferentes a las nuestras o a formas de adorar o de orar que no son iguales a las que estamos acostumbrados.
Debemos tener la suficiente madurez para poder escucharnos y dialogar en amor y paz, porque a paz nos ha llamado Dios (1 Corintios 7:15). Y en esta armonía que debe existir en el cuerpo de Cristo, debemos soportarnos los unos a los otros (Colosenses 3:12–13).
En conclusión, mis hermanos, aprendamos a soportarnos en amor, los unos a los otros, a dialogar con nuestros hermanos en la fe, con paciencia y mansedumbre, sin tratar de ignorantes o con adjetivos similares a quien piensa diferente a nosotros. Porque recordemos lo que nos dijo el Señor: «Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae» (Lucas 11:17). Por tanto, cuando estamos divididos como creyentes, el único que gana es Satanás.
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