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Sin Dios no comprendemos nada



Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas. (Isaías 40:26)

J. Henri Fabre (1823–1915), célebre entomólogo, afirmó: «No puedo decir que solo creo en Dios, pues lo veo… Sin Dios no comprendo nada. Sin él todo es tinieblas… Cuanto más observo, tanto más brilla esa inteligencia detrás del misterio de las cosas».


Ese sabio verdaderamente «veía» al Creador a través del mundo de los insectos que observaba y admiraba. Su constatación coincide con lo que el apóstol Pablo escribió: «Lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:19–20).

Las cosas creadas constituyen un testimonio visible al Dios invisible. Y la inteligencia que Dios dio a los hombres los capacita para discernir la sabiduría del Creador a través de la naturaleza. Ahora, rechazar ese mensaje divino es parecerse a aquellos de quienes Jesús decía: «Viendo, no ven, y oyendo, no oyen, ni entienden» (Mateo 13:13). Recibirlo por la fe conduce a ver al Invisible (Hebreos 11:27), a comprender que el mundo fue constituido «por la palabra de Dios» (Hebreos 11:3). ¡Por la fe vemos, comprendemos, estamos convencidos!


El Dios creador también es el Dios Salvador, un Dios de amor plenamente revelado por Jesucristo, su Hijo, a quien envió del cielo a la tierra para salvar a todo el que cree en Él.

¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios. (Salmos 104:24)


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