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Siguiendo a Dios de lejos

  • 4 feb
  • 2 Min. de lectura



Versión en video: https://youtu.be/a41_L2LCh7M


Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. (Lucas 22:54)


Cuando arrestaron al Señor Jesús, Pedro hizo algo que muchos creyentes aún hacen hoy: lo siguió, pero de lejos. No dejó de ser su discípulo, aunque su distancia física reflejaba una crisis espiritual. Su temor lo llevó a mantenerse cerca, pero no demasiado, como si pudiera equilibrar su lealtad a Cristo sin exponerse al riesgo de ser identificado con Él.


Pedro experimentó las consecuencias de su alejamiento. Mientras estaba a distancia, no pudo mantenerse firme en su fe. Negó al Señor Jesús tres veces. Del mismo modo, cuando nos distanciamos de Dios, nuestras convicciones pueden tambalear, y el pecado puede entrar fácilmente en nuestras vidas. La falta de cercanía con Cristo puede llevarnos a actuar de manera que no reflejemos su amor ni su verdad.


Seguir a Dios de lejos es peligroso. En el ejemplo de Pedro lo vemos, pues terminó negando al Señor tres veces, algo que jamás habría imaginado hacer. ¿Cómo llegó a ese punto? Todo comenzó con la distancia. Cuando nos alejamos de la comunión con Dios, cuando reducimos nuestra oración, cuando la Palabra deja de ser nuestra guía diaria, estamos en camino de caer. La tibieza espiritual nos hace vulnerables, nos expone a tentaciones y nos aleja del fuego de la presencia de Dios.


No obstante, y a pesar de la falla de Pedro, vemos en las Escrituras que el Señor lo restauró. Después de su resurrección, Cristo le preguntó tres veces a Pedro si lo amaba, mientras lo restauraba completamente (Juan 21:15–17). Dios es un Dios de segundas oportunidades. Y si le hemos estado siguiendo de lejos, Él nos invita a acercarnos a Él nuevamente, con brazos abiertos y un corazón lleno de misericordia.


Es importante recordar que seguir a Dios de lejos no es su voluntad para nosotros. Él nos invita a estar cerca, a caminar en su presencia, a ser transformados por su amor, por su Palabra, y a vivir con una fe firme. Si hemos caído en la tentación de alejarnos, hay esperanza en su perdón, así como su restauración. Busquemos estar cerca de Él en todo momento, para que así no caigamos, ni tengamos que negarle, tal como le ocurrió al apóstol Pedro.

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