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Si Cristo lo hubiera hecho

  • 3 feb
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/MnVIc4O1BSY


Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. (Juan 6:39)


Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, hubo cosas que podría haber hecho, pero no las hizo, y si las hubiera hecho, los que hemos creído en Él, no podríamos ser llamados sus hijos. Esto es gracias a que no vino para hacer su voluntad, a pesar de ser Dios mismo, se negó por completo, con el fin de hacer la voluntad de su Padre, tal como menciona el versículo del encabezado.


Mientras el Señor Jesús oraba en Getsemaní, expresó cuál era su voluntad durante las tres veces que oró, Él dijo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Si Cristo hubiese hecho su voluntad, es decir, no hubiera ido a la cruz, no habría salvación para nosotros. 


Siguiendo en el huerto de Getsemaní, cuando el Señor fue apresado, Pedro sacó su espada, cortó la oreja de Malco, siervo del sumo sacerdote (Juan 18:10). Entonces el Señor, le dijo a Pedro que guardara esa espada y agregó: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:52–53). De haber pedido esos 72.000 ángeles (aproximadamente), Cristo no habría muerto y seguiríamos sin esperanza, muertos al pecado.


Finalmente, mientras nuestro Señor pendía de la cruz, nos dice el evangelista Mateo que los que pasaban por el camino le decían: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mateo 27:42). De haber hecho caso de las provocaciones de aquellas personas, la portentosa obra de la cruz no se habría consumado. 


Por tanto, mis hermanos, demos gracias a nuestro bendito Señor por no haber hecho su voluntad, ni por haber respondido a todas esas provocaciones que le hicieron. Gracias sean dadas a Dios, porque Cristo hizo la voluntad de su Padre, bebiendo esa copa, no pidiendo la legión de ángeles o bajándose de la cruz, ya que, de otra forma, no podríamos tener la potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).


Glorifiquemos a Dios y adoremos a aquel que fue perfecto en todo su andar, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:8).

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