Orad sin cesar. (1 Tesalonicenses 5:17)
James Chalmers (1841–1901), fue un misionero escocés. Una vez, estando en África, dos jefes de aldea visitaron al Dr. Chalmers y le dijeron:
—Queremos maestros cristianos. ¿Nos los podría enviar?
Chalmers no tenía a nadie y tuvo que contestar:
—No tengo a nadie. No les puedo ayudar.
Pasaron dos años y los dos jefes volvieron a visitarle. En aquella época, Chalmers estaba poco ocupado, no obstante, él mismo les acompañó a sus pueblos, llegando un domingo por la mañana. Para gran sorpresa suya vio la tribu entera arrodillada en perfecto silencio. Chalmers dijo a uno de los jefes:
—¿Qué hacen ustedes aquí?
—Señor Chalmers —contestó el jefe africano—, nosotros no sabemos qué decir; aunque hace dos años que nos reunimos aquí cada domingo por la mañana y durante cuatro horas permanecemos arrodillados, no sabemos lo que tenemos que decir.
¿Cuántos de nosotros mostramos el mismo interés a Dios? ¿Cuántos de nosotros buscamos a Dios de esa forma? Tantas veces oramos con prisas, con oraciones cortas para «cumplir» con el mandamiento de orar dando por Dios. Será que el Señor nos tenga que preguntar como a los apóstoles:
¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación. (Lucas 22:46)
Mis hermanos, orar es de vital importancia para nuestras vidas, así como para nuestro desarrollo espiritual. Imitemos a estos aldeanos africanos que estaban deseosos de orarle a Dios, pero a diferencia de ellos, nosotros sí sabemos cómo hacerlo. No dejemos que pase un día sin que nuestro Dios oiga nuestras voces. Tomemos con seriedad la oración.
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