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Ser misioneros donde estamos 

  • 3 dic 2024
  • 2 Min. de lectura


Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (Mateo 5:13–14)


Muchas veces, al escuchar la palabra «misionero», pensamos en personas que viajan a tierras lejanas, predicando el evangelio a aquellos que nunca han oído de Cristo. Si bien es una parte importante de la misión de la iglesia, ser misioneros no siempre significa cruzar fronteras geográficas. Nuestro Señor Jesús nos llama a ser misioneros donde estamos, siendo luz en la oscuridad y sal en un mundo que necesita la luz que descendió del cielo y el sabor de su gracia.


La sal es esencial. Da sabor, preserva, y tiene el poder de transformar lo insípido en algo útil. Como cristianos, nuestra vida está llamada a dar sabor a nuestro entorno, reflejando a Dios en nuestras palabras, acciones, y actitudes. En nuestros hogares, trabajos, y comunidades, estamos llamados a ser una influencia que reflejen el amor, la bondad, la justicia, y la misericordia de Cristo.


Asimismo, la luz no tiene otro propósito más que brillar. Donde hay luz, la oscuridad no puede permanecer. Como seguidores del Señor Jesús, nuestra vida debe ser un reflejo de su luz, guiando a otros hacia la verdad del evangelio. Por tanto, no podemos esconder nuestra fe o mantenerla solo para nosotros, sino que nuestra relación con Cristo debe ser tan evidente, como una ciudad iluminada, que está construida sobre un monte, esto es, visible para todos.


Entonces, Dios nos ha puesto en un lugar específico, por un propósito. Nuestros vecinos, compañeros de trabajo, amigos, e incluso las personas con las que nos cruzamos a diario, necesitan ver a Cristo en nosotros. Preguntémonos: ¿Estoy mostrando el amor del Señor Jesús en mis interacciones? ¿Mis palabras son como las de Él, es decir, edifican y traen esperanza? ¿Vivo de una manera que otros deseen conocer al Dios que me transforma?


Mis hermanos, ser misionero no es una tarea extraordinaria reservada para unos pocos, todo lo contrario, es un llamado diario para cada uno de los hijos de Dios (Marcos 16:15). Cada sonrisa, cada acto de servicio, y palabra de ánimo puede ser una semilla plantada en el corazón de alguien que necesita a Cristo.

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