Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo soy Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que debes seguir. (Isaías 48.17)
La sabiduría del mundo nos dice que cada uno de nosotros debe buscar su propio camino, hacer su propio sendero en la vida. Idealmente, dejar una huella, es decir, hacernos de un nombre para no ser olvidados después de muertos. Pero ¿a quién está siguiendo actualmente, a Dios o a usted mismo? En su Palabra, Dios dice:
Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte. (Proverbios 16:25)
A diferencia del dicho: “todos los caminos conducen a Roma”, no todos los caminos conducen a la vida y al cielo. Dios dice en su Palabra que solo existen dos caminos con dos destinos muy diferentes, uno ancho que lleva a la condenación eterna del alma en el lago de fuego y otro angosto que lleva a la vida, es decir, al cielo (Mateo 7:13-14).
Este camino angosto nos fue señalado por el mismo Hijo de Dios: Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14.6)
Bueno, quizás usted diga: “Yo no creo en Dios”; ok, lo puedo entender; porque claro, a los seres humanos nos encanta sentir que podemos hacer las cosas por nosotros mismos sin ayuda de nadie, por eso hay tanta gente que cree que puede llegar al cielo haciendo lo que tal o cual religión le dice; no obstante, se ofenden terriblemente cuando se les dice que no pueden hacer nada por sí mismo para llegar al cielo, sino que deben recibir lo que el Señor Jesús hizo por ellos.
Amigo(a), Dios desea su bien, él desea compartir con usted el cielo, pero para llegar allá debe hacerlo en los términos de él, en la manera que él diseñó, siguiendo el camino que Dios trazó, no como a nosotros nos parece que deba hacerse. Oiga a Dios cuando le dice:
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. (Deuteronomio 30.15 y 19)
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