Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana, un día. (Génesis 1:3–5)
Hace años atrás, recuerdo haber leído (y también escuchado) sobre la multitarea (término que viene del inglés “multitasking”). Los expertos hablaban de las ventajas de que un trabajador(a) sea multitarea, que eso era muy eficiente y beneficioso para las empresas, ya que optimizaba el tiempo. Sin embargo, hoy en día, los «expertos» que en su momento recomendaban la multitarea, hoy en día ya no lo hacen más, sino que hablan de que lo más eficiente es hacer una tarea a la vez.
Cuántas veces nos ha pasado que empezamos a hacer varias cosas simultáneamente, pero al final o no terminamos ninguna o con suerte terminamos una. Y en vez de ser eficientes, nos ocurre lo contrario. De ahí que exista el dicho: «El que mucho abarca, poco aprieta».
Es interesante que aun en estas cosas tan sencillas, vemos el ejemplo divino. Por ejemplo, cuando Dios creó el universo, lo hizo todo parte por parte. Aunque Él tenía todo el poder para haberlo creado todo en un solo momento, no obstante, decidió hacerlo progresivamente y en un orden coherente. Pero ¿por qué Dios no fue multitarea, si tenía el poder para hacerlo? Porque nos quiso dejar el ejemplo a sus criaturas de cómo debemos hacer las cosas de manera correcta, ya que nosotros no somos como Él, pues somos polvo (Salmos 103:14) y Él lo sabe muy bien.
Por tanto, sigamos el ejemplo de Dios como hijos obedientes (Efesios 5:1); y creámosle siempre, en vez de a los hombres, puesto que estos últimos son falibles, mientras que Dios es perfecto, bien dice su Palabra:
En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová; escudo es a todos los que en él esperan. (Salmos 18:30)
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