Pero los hombres que habían subido con él dijeron: No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y dieron un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por la que hemos ido para reconocerla es una tierra que devora a sus habitantes, y toda la gente que vimos en ella son hombres de gran estatura. Vimos allí también a los gigantes (los hijos de Anac son parte de la raza de los gigantes); y a nosotros nos pareció que éramos como langostas; y así parecíamos ante sus ojos. (Números 13.31–33 LBLA)
Cuando Moisés, mandado por Dios (Nm 13:2), envió a doce hombres (uno de cada tribu de Israel) a reconocer la tierra de Canaán y únicamente Caleb y Josué alentaron al pueblo a entrar a la tierra prometida por Dios (Nm 14.6-9), mientras que los otros 10 espías dijeron lo que se lee en los versículos de más arriba.
Si leemos los versículos anteriores al pasaje que puse en el encabezado, podremos ver que estos diez representantes de cada tribu restantes, dieron una información objetiva sobre la tierra y sus habitantes, pero agregaron cosas subjetivas, ya que, por ejemplo, dijeron: y a nosotros nos pareció que éramos como langostas; y así parecíamos ante sus ojos. La pregunta es ¿cómo sabían que a los ojos de los hijos de Anac ellos parecían langostas? Porque sabemos que solo Dios conoce los pensamientos de los seres humanos, nadie más; por lo tanto, lo que ellos dijeron no era más que una conjetura. A qué voy con todo esto, es que como creyentes debemos ser cuidadosos cuando presentamos cualquier información, especialmente cuando hablamos de las cosas de Dios; ya que, a veces, tendemos a decir cosas como: “a mí me parece, yo creo, yo pienso, yo siento que, quizás esto era de esta o de esta otra manera, etc.” Estos, por así decirlo, “agregados” pueden ser un tropiezo en la vida de nuestros hermanos más débiles o bien, pueden hacer que alguno se extravíe de la verdad. Por eso su Palabra nos dice:
Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. (Colosenses 4.6 RVR60)
Y en esta misma epístola de Pablo, el apóstol agrega:
La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. (Colosenses 3.16 RVR60)
Por eso es muy importante que cuando estamos hablando de las cosas de Dios hablemos con exactitud, citando los versículos correctamente, dando las citas correspondientes y sobre todo dejando de lado cualquier tipo de conjetura o sentimiento que podamos tener. No, no estoy diciendo que debemos ser robots y no expresar emociones, sino que lo que quiero decir es que evitemos hacer conjeturas de cosas que desconocemos, especialmente en las cosas de la Palabra de Dios en las cuales el Espíritu Santo prefirió guardar silencio y no nos reveló; porque como ya dije, estos “agregados” nos pueden llevar a errores, no solo personales, sino que podemos ser tropiezo para otros; pues es mejor no confiar en nosotros mismos, porque nos dice la Palabra de Dios que:
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso .(Jeremías 17.9 RVR60)
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