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Salvo por gracia



Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)

«Mis padres y mis abuelos eran mormones y me educaron para ser un buen mormón, responsable y leal. Me enseñaron que en esta vida todo se compra, todo se merece, todo se gana, todo exige un esfuerzo… y que sucedía lo mismo con la vida del más allá. Había que ganar un lugar al lado de Dios, merecer la vida eterna practicando buenas obras bien precisas. Pero no conocía a Dios y no tenía ninguna seguridad con respecto a mi futuro eterno.

Un día mi abuela escuchó en la radio un programa que explicaba detalladamente el Evangelio. Entonces se dio cuenta de que, aunque fuese religiosa, no podía borrar ni uno de sus pecados ante Dios. Solo el sacrificio de Jesús, quien murió en la cruz por amor a los pecadores, podía salvarla. Mi abuela recibió la paz interior, la seguridad de tener un total perdón y la vida eterna; aceptó la gracia perfecta de Dios. Pero su testimonio no convenció a nadie.

Cuando cumplí doce años mis padres me permitieron, por sugerencia de mi abuela, ir a un campamento organizado por cristianos. Mi corazón se abrió cuando un responsable me mostró un versículo de la Biblia: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Comprendí que mis buenas obras, mis esfuerzos, no podían pagar el precio por mis pecados, y que Jesús había muerto por mí. Creí en él y recibí el perdón y la vida eterna. Desde hace más de cuarenta años sé que soy salvo por la gracia de Dios».

M.F.


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