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¡Salgamos a recoger el maná!



Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer. Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía. (Éxodo 16.14–16; 21)

Al igual que el pueblo de Israel, nosotros los creyentes vamos por un desierto (el mundo) camino de nuestra tierra prometida (el cielo). Y al igual que a los israelitas, Dios nos provee de un alimento espiritual diariamente (su Palabra). Sin embargo, nosotros somos los que debemos salir a buscarlo, pues solo lo provee, no lo recoge por nosotros. Este alimento está a nuestra libre disposición para suplir nuestras necesidades diarias, pero como ya dije, debe ser recogido por nosotros mismos.


El versículo 21 dice que una vez que calentaba el sol, el maná se derretía, es decir, ya no se podía recoger tan fácilmente. Esta es una manera de ilustrar que como creyentes debemos salir a buscar nuestro alimento espiritual antes de que salga el sol ¿por qué? Porque una vez que sale el sol, comienza el nuevo día con todos sus afanes, pues es bajo el sol que trabajamos:


Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? (Eclesiastés 2.22)

Y bien dijo el Señor: Basta a cada día su propio mal (Mateo 6.34). Por eso es importante que busquemos a Dios antes de que salga el sol, es decir, en la madrugada, ya que en aquellas horas no hay mensajes de WhatsApp, no emails que contestar, no hay llamadas telefónicas, no hay tareas del hogar que hacer, etc. Podemos, tranquilamente, como María, estar a los del Señor recibiendo lo mejor (Lucas 10.39-42). Además, la voz de Dios es claramente audible en las madrugadas, debido al silencio alrededor. Por otra parte, recordemos que nuestro Señor tenía esta misma práctica: Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba (Marcos 1.35); y somos llamados a ser sus imitadores (Efesios 5.1).


De la misma manera, imitemos al salmista cuando dijo:


Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. (Salmos 5.3)

Así que, hermanos, seamos sabios y salgamos a recoger nuestro maná del cielo antes de que el sol lo estropee y podamos ser alimentados en calma, sin que los afanes de esta vida malogren nuestro sustento.


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