Alexis Sazo
¿Sabemos contentarnos?

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:13)
Aparentemente todas las generaciones «elevan la norma del contentamiento», me refiero a que con cada avance tecnológico parece que necesitamos más y más cosas para estar satisfechos. Por ejemplo; la generación de mis abuelos no sabía lo que era tener un auto, la generación de mis padres no sabía lo que era una computadora. Mi generación no sabía lo que era un smartphone, pues solo conocíamos los celulares para hacer llamadas y quizás jugar al solitario.
La verdad es que las normas del verdadero contentamiento no conocen un calendario, pues cambian continuamente en la medida que la tecnología avanza. Desconocemos qué nuevas tecnologías nos traerá el futuro, pero de lo que sí estoy seguro es que no nos va a traer una «mejor definición» del contentamiento. Con respecto a este tema, el apóstol Pablo menciona: «Pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad» (Filipenses 4:11–12).
En otras palabras, el secreto del contentamiento se halla en Cristo no en los inventos del hombre, las comodidades, los juguetes tecnológicos, la riqueza ni la diversión. Es aceptando lo que Dios nos ha dado –y con su fortaleza– sacar el máximo provecho de ello. La misma Palabra de Dios nos dice:
Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:6–10)
Así que, hermanos, aprendamos a estar contentos con lo que Dios nos ha dado y tenemos, sea mucho o sea poco.