A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas (Deuteronomio 30:19)
Existen preguntas insolubles para la inteligencia humana, las cuales, sin embargo, tienen una importancia capital. Únicamente Dios puede contestarlas, y lo hace en su Palabra. Aquí están dos ejemplos:
1. ¿Cómo pueden los seres humanos, siendo todos pecadores y merecedores de una justa condenación, ser perdonados de manera que estén en paz con el Dios santo? Bien dice su Palabra:
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. (Romanos 5:10)
2. ¿Qué ocurre después de la muerte? Solamente Dios puede responder esta pregunta, y de cierto lo hace. Las Escrituras distinguen dos clases de hombres: los que han creído en Jesucristo y los que permanecen incrédulos. Ahí reside la diferencia, una que es capital, por cierto. Al morir, el alma de los primeros se va al cielo a morar con Dios; mientras que para los segundos, por desgracia, van a un lugar de tormentos, lejos de Dios, a un lugar de oscuridad eterna, sin esperanza alguna de poder salir de allí. De ahí que el Señor Jesús haya dicho:
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. (Juan 5:24)
Algunos quisieran tener más detalles, más variedad en las opiniones ofrecidas, pero Dios es soberano, y ningún pensador o filósofo le impondrá su sistema. Dios reveló esto porque es un Dios salvador de sus criaturas, que nos ama profundamente, y tal como dice el versículo del encabezado, nos llama a escoger la vida, creyente en su Hijo Jesús. Tal es el amor de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
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