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Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31)
Dotado de poderosas garras, de una vista aguda y de un temible pico, el águila se alimenta de reptiles, pájaros o pequeños mamíferos. Desde el cielo domina los prados y los bosques. Sin embargo, cuando envejece, alrededor de su pico se forman verrugas, lo que con el tiempo le impide alimentarse. Pero el águila no se deja morir de hambre; por esta razón restriega con fuerza su pico contra las asperezas de las rocas hasta que las membranas sean cercenadas y su pico liberado. ¡Así puede saciarse nuevamente con los festines de las praderas! La Palabra de Dios dice:
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila. (Salmos 103:2,5)
Este versículo nos invita a un rejuvenecimiento espiritual, especialmente en el ocaso de nuestras vidas. Sí, porque con el correr del tiempo las fuerzas físicas disminuyen y llegan las flaquezas (Eclesiastés 12:1–7). Aunque también podemos desarrollar «verrugas espirituales» que nos impiden alimentarnos y desarrollarnos espiritualmente. Por lo tanto, y así como el águila, la solución la hallamos en la roca que es Cristo Jesús.
Sin embargo, el cansancio y el desaliento pueden alcanzar al creyente, independiente de la edad que tenga, por eso las promesas del Señor son dadas para todas las edades y circunstancias de la vida. Mediante la energía de la fe, el creyente cansado debe alimentarse con las certezas que ofrece la Palabra de Dios, quien no puede mentir (Hebreos 6:18). Y contar con Él cada hora, día tras día, es el secreto de una fuerza renovada y de una paz estable.
Entonces, como el águila, los creyentes podemos elevarnos por encima de las circunstancias de la vida, en lugar de ser prisioneros de ellas, y acercarnos a Dios, quien siempre está dispuesto a renovar sus fuerzas espirituales.
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