Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. (Santiago 2:18 RVR60)
Cuando vemos relámpagos en el cielo, esperamos que luego de aquellas luces venga el sonido de los truenos. Si no hubieran relámpagos no habría truenos, porque los unos causan los otros. El mismo principio se puede aplicar a la fe. De igual manera que los truenos siempre vienen después de un relámpago, las buenas obras siempre vienen después de la fe.
La relación entre la fe y las obras se explica en los escritos del Nuevo Testamento, especialmente en la carta del apóstol Pablo a los Efesios y en la del apóstol Santiago. A primera vista, pareciera que estas cartas se contradicen entre sí. Porque en la carta a los Efesios leemos: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8–9 RVR60). Mientras que en la carta del apóstol Santiago encontramos que dice: «Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» (Santiago 2:24 RVR60).
Lo cierto es que no se contradicen, sino que lo que encontramos en Efesios sería el relámpago, mientras que lo que dice en Santiago sería el trueno. Porque si miramos más detenidamente en el pasaje del apóstol Santiago podemos darnos cuenta de que el apóstol no estaba negando que somos por la fe, ya que en el versículo anterior al citado dice: «Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia» (Santiago 2:23). Y el apóstol Pablo tampoco niega el valor de las obras, pues en el versículo 10 de Efesios 2, dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas»; con lo cual, claramente, nos da a entender que el propósito por el cual hemos recibido la salvación por fe, es para hacer las buenas obras que Dios nos preparó, no para ganar la salvación, sino como un reflejo de la misma, tal como los truenos son precedidos por los relámpagos.
Entonces, la pregunta es: Hermano(a), en su vida ¿los «relámpagos de la fe» son seguidos por los «truenos de las buenas obras» preparadas por Dios? ¿Hay evidencias visibles para otros que usted ha nacido de nuevo?
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