¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. (Lamentaciones 3:37–39)
Este pasaje de Lamentaciones nos lleva a una profunda reflexión sobre la soberanía de Dios y nuestra actitud frente a las adversidades de la vida. Jeremías, el autor de este libro, escribe estas palabras en medio de la devastación de Jerusalén, un momento en que la nación estaba sufriendo las consecuencias del pecado y la desobediencia a Dios. Sin embargo, incluso en medio de tanto dolor, Jeremías reconoce algo crucial: nada ocurre fuera del control de Dios.
El versículo 37 nos desafía a recordar que ninguna circunstancia ocurre sin que Dios lo permita. La pregunta de: ¿Quién puede declarar que algo sucederá si el Señor no lo ha mandado? Nos consuela al saber que, aun en tiempos difíciles, Dios tiene el control de todo. No es que Él sea la causa del mal, pero nada ocurre fuera de su soberanía. Entonces, las pruebas que podamos estar enfrentando no son producto del azar, o porque Satanás «le ganó» a Dios, sino que están bajo el propósito divino.
El versículo 38 nos habla de que desde la boca del Altísimo sale tanto lo malo como lo bueno. Este pasaje nos invita a reconocer que Dios tiene el poder tanto sobre las bendiciones como sobre las dificultades. A menudo, somos rápidos en agradecer por las cosas buenas, pero cuando enfrentamos pruebas, olvidamos que incluso en esos momentos, Dios sigue siendo soberano, y que debemos agradecer también (1 Tesalonicenses 5:18). Muchas veces, Él permite esos momentos difíciles para moldearnos, enseñarnos y corregirnos.
Finalmente, el versículo 39 nos exhorta a no quejarnos por las dificultades de la vida, sino más bien a lamentarnos por nuestro pecado. Muchas veces, el sufrimiento es el resultado de nuestras propias decisiones alejadas de la voluntad de Dios. Así que, en lugar de enfocar nuestra queja en las circunstancias, debemos arrepentirnos y buscar la misericordia de Dios, reconociendo que nuestras acciones tienen consecuencias.
Hoy, en medio de las pruebas o dificultades que podamos estar enfrentando, recordemos que Dios sigue estando en control. Y ninguna circunstancia está fuera de su plan perfecto. Además, Él puede usar cada situación, buena o mala, para nuestro crecimiento y, asimismo, para su gloria. En conclusión, mis hermanos, en lugar de quejarnos, debemos reflexionar sobre nuestras vidas, reconocer nuestros errores y volvernos a Dios en arrepentimiento; sintiéndonos seguros de que nada de lo que estamos pasando está fuera del control y soberanía de nuestro Padre.
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