Alexis Sazo
Reflejando a Cristo

Vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta… el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible. (1 Pedro 3:1-4)
Los cristianos no estamos llamados a hablar siempre de nuestra fe; hay casos en los cuales es más oportuno callar. Sin embargo, en todo momento podemos testificar de nuestro salvador por medio de nuestra conducta. Esta silenciosa predicación está al alcance de todo cristiano. A veces es más poderosa que las palabras, y es el gran recurso en ocasiones en las cuales hablar resulta difícil o hasta imposible, en particular cuando el testimonio verbal ya ha sido rechazado.
El apóstol Pedro considera el caso de una esposa creyente que está casada con un marido incrédulo. Exhorta a la esposa a estar sujeta (sumisa) a su marido, insistiendo en el hecho de que el cónyuge incrédulo puede ser ganado, sin palabras, a través de la conducta de su mujer. Dicha sumisión, en un espíritu apacible, es una predicación silenciosa pero elocuente para llevar a su cónyuge al Señor, al reflejar la sumisión del Señor a su Padre.
Dios espera que sus hijos reproduzcan en la vida cotidiana las perfecciones morales de su Hijo Jesús: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, además de la humildad y la abnegación. Entonces, los que no leen la Palabra de Dios, se ven obligados, en cierta manera, a leerla mediante la conducta de los cristianos. El apóstol Pablo compara a los creyentes con una «carta conocida y leída por todos los hombres» (2 Corintios 3:2-3). Una carta se lee con los ojos y nuestra conducta en el Señor es una forma que tienen las personas sin Cristo de verle a Él y así puedan creer en el Señor Jesús.
Testificar de Cristo es un honor y un privilegio, pero también es un mandamiento, y es una de las principales razones de ser del cristiano en la tierra. Pero pregunto: ¿Estamos reflejando a Cristo?