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Raíces firmes en Dios



El hombre no se afirmará por medio de la impiedad, mas la raíz de los justos no será removida. (Proverbios 12:3)


En este proverbio, Salomón nos presenta una verdad sencilla, pero profunda sobre la estabilidad y la firmeza en la vida de una persona. Nos habla de la importancia de nuestras raíces, de aquello que nos sostiene en los momentos difíciles, en las tentaciones y en las pruebas de la vida. 


Podemos intentar construir nuestra vida sobre éxitos, placeres, o logros mundanos; sin embargo, como nos dice este versículo, esos cimientos son frágiles y temporales. Cuando buscamos afirmarnos en lo que el mundo ofrece, descubrimos que esos fundamentos son como arena: se desmoronan fácilmente ante las tormentas de la vida, tal como la parábola del hombre sabio y del hombre necio (Lucas 6:46–49).


En contraste, su Palabra nos dice que «la raíz de los justos no será removida». ¿Qué significa esto? La justicia no es algo que proviene de nuestras propias fuerzas o buenas acciones, sino que surge de vivir conforme a la voluntad de Dios, de caminar en obediencia y en fe. Por lo tanto, cuando nuestras raíces están en Dios y no en nosotros o las cosas de este mundo, entonces somos sostenidos por su poder, y eso nos hace ser inamovibles. La conexión profunda y constante con Dios, a través de su Palabra y la oración, es lo que nos permite permanecer firmes, sin importar las circunstancias.


La pregunta es: ¿Estamos buscando afirmarnos en cosas pasajeras que esta vida nos ofrece, o estamos arraigados en la justicia de Dios? Mis hermanos, el tiempo con Dios, su Palabra y la oración nos fortalecen y nos afirman en un fundamento inamovible, permitiendo que «nuestras raíces en Dios» se vayan profundizando más y más. 

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