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Querer ser algo que no somos



Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. (Salmos 139:16)


La glosopeda o fiebre aftosa, es una enfermedad viral muy contagiosa que afecta a animales de doble pezuña. Se caracteriza por fiebre y ampollas en boca, nariz, pezones y patas, las cuales son sumamente dolorosas. Los animales que se contagian de esta enfermedad no comen ni beben, por lo cual bajan rápidamente de peso.


En la iglesia existe una enfermedad espiritual similar. Esta existe desde los albores de la iglesia, y tristemente sigue siendo una epidemia entre el pueblo de Dios. Esta enfermedad ocurre cuando los miembros del cuerpo de Cristo comienzan a compararse entre ellos y desear lo que no son. Sabemos de ella por lo que leemos en 1 Corintios 12:


Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? (1 Corintios 12:12, 15–19)


Así como la fiebre aftosa, la cual es dolorosa, y además desnutre y debilita a los animales, esta enfermedad espiritual en la iglesia causa gran dolor, y debilita a la iglesia, pues la separa. Los cristianos afectados por ella pierden su apetito espiritual y se vuelven ineficaces en el servicio a su Señor.


Mis hermanos, los hijos de Dios hemos sido diseñados soberanamente y colocados en el cuerpo de Cristo con propósitos específicos. Cada uno de nosotros es vital para el bienestar de todos. Y cuando desempeñamos nuestro papel, hay armonía, y nuestro Salvador recibe gloria. Así que, acabemos con la «glosopeda» de la iglesia; no pongamos más oído al diablo y elevemos nuestra mirada a lo alto, donde mora nuestro Cristo (Hebreos 12:2).


Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Efesios 4:15–16).


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