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¿Qué ven otros en ti?



Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1:10)


—¿Qué? —exclama el viajero al hablar con cierto trabajador—. ¿Usted ha andado cuatro millas cada día por más de sesenta años para atender a su trabajo? ¿Por qué no se ha mudado usted para vivir más cerca del taller?

—Bueno, respondió el obrero, no estaba bien seguro si el trabajo resultaría permanente o no.


Muchas veces dudamos de nuestro valor como instrumentos que le puedan ser útiles al Señor. Pero lo cierto es que no debemos sentirnos así, ya que cada uno de nosotros es importante para Dios, de otra manera, no nos habría escogido desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:3–4). El Padre nos creó con amor y sabiduría para un propósito, y debido a que su Espíritu mora en cada uno de sus hijos, todo lo que decimos y hacemos puede ejercer una influencia enorme en otros, aunque no nos demos cuenta de ello. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a vivir de una manera que exalte a Dios al ser bendición y ejemplo a nuestros hermanos? 


Ya sea que nos demos cuenta o no, nuestra relación con Dios puede motivar a otros a buscarlo. Por ejemplo, si quienes nos conocen pueden ver cuán profundamente Dios nos ama, consuela y fortalece, ellos también querrán conocerlo y tener una relación personal con Él (2 Corintios 4:5–7). Es sano preguntarnos: ¿pueden ver otros nuestra fe en la sabiduría y la provisión del salvador? ¿Los que nos rodean pueden decir que nuestra relación con Dios no es solo de palabras, sino una parte muy real de nuestras vidas? El apóstol Pablo le decía a Tito: «Presentándote tú en todo, como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza, mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros» (Tito 2:7–8). 


Estas palabras no son solo para los líderes espirituales de la iglesia, no es exclusivo de los pastores y/o ancianos de la iglesia local, sino que es para cada uno de nosotros. Si seguimos a Dios, diariamente, obedientemente en fe, ciertamente, el amor a Cristo se manifestará y podremos compartirlo con toda persona que encontremos en nuestro andar diario. Sin lugar a dudas, Él obrará por medio de nosotros y todos verán lo precioso que es el Salvador en nuestra vida. 

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