
Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. (Hebreos 9:27)
Esta pregunta ha perturbado la mente de los seres humanos desde hace miles de años. Y con el pasar del tiempo distintas teorías y creencias se han desarrollado. Y hay quienes afirman que no existe manera de saber qué hay después de morir, porque «nadie volvió de la muerte para decir cómo están las cosas al otro lado». Pero ¡eso no es verdad!
Cuando el Señor Jesús exhaló su último aliento, el soldado que vigilaba su ejecución constató su muerte, incluso hasta Pilato pidió que fuera confirmada (Marcos 15:43–45). Es más, uno de los verdugos atravesó el costado de Jesús con su lanza, pero ya estaba muerto; por lo tanto el Señor estaba bien muerto. José de Arimatea junto con Nicodemo prepararon el cuerpo conforme al rito judío y lo pusieron en un sepulcro (Juan 19:38–42). Y por petición de los religiosos que entregaron al Señor para ser crucificado, se le puso una gran roca para sellar la tumba y asimismo pusieron una guardia de soldados romanos (Mateo 27:62–66).
Sin embargo, al tercer día (el domingo en la mañana), se produjo un gran terremoto, y un ángel descendió del cielo y removió la piedra (Mateo 28:2). La tumba estaba vacía porque Cristo había resucitado. ¿Dónde estaba el cuerpo de Jesús? ¿Alguien se lo había llevado? ¡No! El Señor había vuelto a la vida, es decir, resucitó. El apóstol Pedro dijo: «A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos» (Hechos 2:32).
Al principio, les costó creerlo a sus discípulos, incluso después de ver la tumba vacía y los lienzos en ella. Esas dudas se acabaron cuando el Señor se les apareció en medio y les dijo: «Paz a vosotros» (Juan 20:19). Ellos pudieron hablar con Él, tocarlo e incluso comer con su maestro. ¡Qué gozo sintieron! No solo los apóstoles, sino más de quinientas personas que lo vieron resucitado (1 Corintios 15:6) durante los cuarenta días que permaneció en la tierra antes de ser alzado al cielo. Todos fueron testigos de que Jesús venció a la muerte, tal como dice su Palabra Hebreos 2:14–15.
Aunque la verdad es que la Biblia afirma que un día todos los muertos volverán a la vida: «De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán» (Juan 5:25). Pero unos resucitarán «para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua» (Daniel 12:2). ¿En qué grupo estará usted?
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