Fuente: La Buena Semilla
Por fe… sacaron fuerzas de debilidad. (Hebreos 11:33-34)
– «Yo creo, ¡pero me gustaría tanto tener una fe más grande!» Si consideramos la calidad de nuestra fe, terminaremos desanimados. Sin embargo, el Señor Jesús dice que Dios responderá incluso a quien tenga una fe tan pequeña «como un grano de mostaza» (Mateo 17:20). Dios no espera necesariamente grandes cosas de nosotros. Él ama la fidelidad en las pequeñas cosas (Lucas 16:10; 19:17). Después de poner nuestra confianza en Jesús, crecemos en la fe, viviendo cerca de él, orando y leyendo la Biblia.
– «Yo creo, ¡pero me gustaría tener una fe más sólida!» Cada día es una ocasión para darnos cuenta de que somos inconstantes. Lo que considerábamos adquirido, todavía está por aprenderse. Aun los siervos más fieles a Dios tuvieron sus dudas. El profeta Elías era un hombre con «pasiones semejantes a las nuestras» (Santiago 5:17). Después de haber obtenido extraordinarias liberaciones, dudó y huyó. Pero Dios continuó ocupándose de él (1 Reyes 17 al 19).
– «Yo creo, ¡pero me gustaría tener una fe más viva!» Después de haber creído que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, que murió en la cruz por nosotros, tenemos tendencia a volver a nuestra rutina. Los discípulos del Señor lo acompañaron durante tres años, y creyeron sus palabras. Sin embargo, después de Su crucifixión, muchos volvieron a sus antiguos trabajos. Entonces Jesús resucitado se les apareció y les habló (Juan 21:1-14).
Cuidemos diariamente nuestra comunión con el Señor, hablándole y escuchando sus palabras. Esta relación permanente hará que nuestra fe sea viva.
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