En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste. (Isaías 57.10 RVR60)
Creo que a todo creyente le ha pasado que en algún punto de su vida se ha sentido desanimado, falto de fuerzas y sin deseos de continuar. La razones para el desánimo pueden ser variadas. Si miramos en las escrituras podemos ver, por ejemplo:
1. Una carga muy pesada. Moisés dijo: No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal (Números 11.14–15 RVR60).
2. Frente a la derrota. Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! (Josué 7.7 RVR60).
3. Temor a la muerte. Elías dijo: Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido (1 Reyes 19.4–5 RVR60).
4. Cuando se ha perdido todo. Job dijo: Está mi alma hastiada de mi vida; daré libre curso a mi queja, hablaré con amargura de mi alma (Job 10.1 RVR60).
5. Ausencia de la presencia de Dios. Dijo David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? (Salmos 42.2–3 RVR60).
6. Cuando se nos maltrata debido a la Palabra de Dios. Dijo Jeremías: ¡Ay de mí, madre mía, que me engendraste hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he dado ni tomado en préstamo, y todos me maldicen. ¡Sea así, oh Jehová, si no te he rogado por su bien, si no he suplicado ante ti en favor del enemigo en tiempo de aflicción y en época de angustia! (Jeremías 15.10–11 RVR60).
Existen muchos más ejemplos, pero todos tienen algo en común, y es que fueron animados por Dios mismo. Aunque un buen ejemplo a imitar contra el desánimo es Noé, porque él trabajó ciento veinte años sin tener una sola conversión, y sin embargo no se desanimó. ¿Se imaginan predicar el evangelio durante ciento veinte años y nunca ver un solo fruto? Seguramente Noé se apoyaba en Dios para mantener su ánimo frente a la indiferencia.
Así que, hermanos, busquemos reposo y consuelo únicamente en Dios cuando nos sintamos desalentados, pues solo en Él podemos hallar fortaleza en la adversidad. Pues su Palabra nos dice: «Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40.29).
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