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¿Qué es lo natural para un creyente?



Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. (2 Timoteo 2.1 RVR60)


Se cuenta la historia de un militar que cuando envejeció se jubiló del ejército británico tras pasar muchísimos años en aquella institución castrense. Un día, un hombre que conocía su larga y distinguida carrera militar decidió jugarle una broma. Mientras el viejo soldado caminaba con los brazos llenos de paquetes, el bromista se acercó por detrás y le gritó: «¡Atención!» Sin vacilar ni un momento, el militar dejó caer a la acera todos los paquetes para hacer el saludo militar. Lo hizo como un acto reflejo, sin ser consciente de ello, ya que era lo normal para este hombre cuando escuchaba que alguien gritaba: «¡Atención!»


De la misma forma, nosotros los creyentes, debemos responder como corresponde nuestra vida nueva. Esta exige ciertas cosas, que nos comportemos de cierta manera y que renunciemos a otras, tal como le dijo Pablo a Timoteo:


Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. (2 Timoteo 2.3–6 RVR60)


Lo cierto es que nuestra conducta ha de conformarse (tomar la forma) cada vez más al ejemplo de la vida de nuestro Señor Jesús. Es cierto que todos los días debemos lidiar con deseos pecaminosos, razón por la cual tenemos que disciplinarnos para ser las personas que Dios quiere que seamos. Así como el soldado del principio, tenemos que practicar estas cosas una y otra vez hasta que sea natural ser y hacer como el Señor Jesús.


Por medio de la fe en Cristo somos hijos del Padre celestial. Por tanto, por el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, desarrollemos el hábito de someternos a la Palabra de Dios, para que así, en toda situación de nuestra vida, descubriremos que cada día más, obedecerlo se vuelve más natural.


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