
Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos (Juan 18:37–38)
Fue lo más cerca que estuvo Pilato del mayor descubrimiento de su vida. El Señor Jesús le acababa de decir que Él había venido al mundo a dar testimonio de la verdad; entonces Pilato hace aquella pregunta tan profunda: «¿Qué es la verdad?» Este político romano había hecho la pregunta correcta a la persona correcta, y la respuesta estaba justo frente a sus ojos, pero en lugar de esperar una respuesta, oír qué era la verdad y caer de rodillas arrepentido de sus pecados, decidió volverle la espalda a Dios en el momento más crucial de su vida, concluyendo simplemente con un: «Yo no hallo en él ningún delito».
A lo largo de la historia, muchos líderes religiosos han ido y venido, pero nadie ha afirmado ser la verdad y luego lo ha probado con hechos indubitables, como por ejemplo, resucitar de los muertos. Millones de personas a lo largo de los siglos han descubierto que la vida, las palabras y la resurrección del Señor, son evidencia convincente de su credibilidad y de que Él es la verdad.
Tarde o temprano, todos nosotros, nos encontramos en la posición de Pilato, en la que debemos tomar una decisión sobre el Señor Jesús, y pregunto: ¿Ha encontrado la respuesta a la pregunta más importante de la vida de todo ser humano?: ¿Qué es la verdad? Si aún no lo ha hecho, el Señor le dice: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
Así que, no imite a Pilato, no le vuelva la espalda a aquel que es la verdad, sino que oiga lo que tiene que decirle, pero por sobre todo, créale, ya que Él es la verdad y la vida.
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