Qué desestimar y qué implorar
- 16 jun 2021
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Aleja de mí la mentira y las palabras engañosas. (Proverbios 30.8 LBLA)
No me abandones, oh Señor; Dios mío, no estés lejos de mí. (Salmos 38.21 LBLA)
Acá tenemos dos grandes lecciones, qué desestimar y qué implorar. El estado de mayor felicidad de un cristiano es el estado de la santidad. Así como el mayor calor está cerca del sol, la máxima felicidad del creyente es estar cerca de Cristo. Porque ningún cristiano disfruta de consuelo o alegría cuando sus ojos están fijos en la vanidad y se mantiene cerca del mundo. Lo cierto es que el mundo puede disfrutar de su felicidad pasajera lejos del Señor Jesús, no así el cristiano; pues bien dijo el Señor: «Porque, separados de mí, no pueden hacer nada» (Juan 15.5 NTV).
No podemos culpar a las personas del mundo por correr tras los placeres carnales de esta vida, porque es todo lo que tienen; todo lo efímero que este mundo les ofrece, como dicen las escrituras: «Pues el mundo sólo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos y el orgullo de nuestros logros y posesiones» (1 Juan 2.16 NTV).
Una esposa creyente, preocupada por su esposo inconverso, siempre era muy amable con él, porque decía: —temo que este sea el único mundo en el que va a ser feliz y, por lo tanto, he decidido hacerlo tan feliz como pueda. Lo cierto es que los cristianos debemos buscar deleites en una esfera espiritual más elevada que las insípidas frivolidades momentáneas de esta vida o las diversiones pecaminosas del mundo. Las vanas búsquedas son peligrosas para el alma renacida en Dios, ya que nos desvían la mirada de Cristo (Hebreos 12.1-2).
Se cuenta de un filósofo, que mientras miraba hacia las estrellas, se cayó en un hoyo. ¡Imaginemos cuán bajo pueden caer aquellos que solo miran hacia lo terrenal! Mis hermanos, ningún cristiano está seguro cuando su alma es perezosa en buscar a Dios cada día y se mantienr alejado de Él. Porque cuando nos alejamos del Señor Jesus, el pan de vida, comenzamos a desnutrirnos espiritualmente hablando; entonces, somos presas fáciles para nuestro enemigo, aquel león rugiente que ronda alrededor de nosotros buscando a quien devorar (1 Pedro 5.8).
Así que, hermanos, desestimemos y alejémonos de todo lo que este mundo nos ofrece y que nos aleja de Dios. Mientras que buscamos e imploramos a Dios que se mantenga cerca nuestro.
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