Alexis Sazo
Puestos los ojos en Jesús

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12.1–2 RVR60)
Una vez leí una historia sobre un sabueso que estaba de caza. La historia decía que el perro comenzó persiguiendo a un venado; de pronto se le cruzó una zorra en el camino, y comenzó a perseguir a la zorra. Después de un rato, se le cruzó un conejo; dejó de perseguir a la zorra y comenzó a perseguir al conejo. Por último, se le cruzó un ratón, y el sabueso dejó la persecución del conejo para darle cacería a aquel ratón; pero este se ocultó en su madriguera bajo una roca. Y aquel sabueso que comenzó su cacería en el sendero de un magnífico venado, terminó mirando un agujero de ratones.
A muchos de nosotros nos causa gracia lo que le pasó a aquel sabueso. Pero si nos detenemos a meditar nos daremos cuenta de que a menudo nosotros somos iguales a este can. Muchas veces comenzamos concentrados en una tarea importante y terminamos con algo sin importancia. Y lo mismo nos pasa en lo espiritual. Por eso el autor de Hebreos nos dice: «puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe». Dios nos dice esto, porque nos conoce, ya que, a veces, hasta podemos desviarnos y no seguir a Cristo en nuestras vidas diarias. Porque es muy fácil empezar bien y luego correr tras cosas que se cruzan en nuestro camino.
Tenemos que tomarnos en serio las palabras del apóstol Pablo. Él le dijo a Timoteo que se concentrara en el propósito de su vida y ministerio (2 Timoteo 1:6-13; 2:1-2, 22-26; 3:14-17). Lo instó a hablar a otros de Cristo para advertirles que no se desviaran del camino de vida(4:1-5).
Mis hermanos, el mundo nos puede distraer fácilmente —así como la historia del sabueso—, tentándonos a quitar la mirada de Cristo, para correr detrás de cosas vanas, pasajeras, y a aceptar lo que es falso. Es por eso que necesitamos leer, meditar y escudriñar las escrituras a diario, para no ser engañados con las mentiras satánicas del diablo. Asimismo, necesitamos la oración de manera continua (Efesios 6.18). Sí, con la ayuda de Dios podemos mantener nuestra mirada fija en el Señor Jesús, permanecer cerca de Él y así acabar bien nuestras carrera; para que podamos decir tal como decía el apóstol Pablo:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (2 Timoteo 4.7 RVR60)