Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. (Hebreos 10:37)
El Señor Jesús, la noche antes de ser arrestado le dijo a sus apóstoles: «Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:3). En la carta a los Hebreos se nos resume la diferencia entre la primera y la segunda venida del Señor:
Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan. (Hebreos 9:28)
La fecha exacta es desconocida, pues el mismo Señor Jesús dijo: «Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre». De ahí que nos dejara este mandamiento: «Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo» (Marcos 13:32). Este evento no solo es un motivo de preparación, sino también de ánimo para todo creyente que enfrenta momentos difíciles aquí en la tierra; tal como le dijo el apóstol Pablo a los Tesalonicenses cuando les enseñaba qué pasaría en aquel día: «Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras» (1 Tesalonicenses 4:18).
Hoy en día, dentro del mundo protestante, existen tres posturas con respecto a este evento. La primera nos dice que ocurrirá antes de la llamada «Gran tribulación». La segunda nos dice que será a la mitad de este período; mientras que la tercera nos dice que será al final de todo, cuando el Señor venga a juzgar al mundo. Pero independiente de cuál sea su postura con respecto al arrebatamiento de la iglesia, lo que importa es ¿cómo nos estamos preparando? Es más, ¿estamos siquiera viviendo conscientemente de que ese día ha de llegar? Mis hermanos, el Señor no nos dijo en vano: «Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo» (Marcos 13:32). Y recordemos lo que el Señor nos dijo en la parábola de las 10 vírgenes (Mateo 25:1–13):
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir. (Mateo 25:10–13).
En conclusión, e independientemente de la postura que tengamos con respecto a este evento, el mandato del Señor Jesús es claro: ¡Debemos estar preparados para aquel día!
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