
De Jehová son los pasos del hombre; ¿cómo, pues, entenderá el hombre su camino? (Proverbios 20:24)
Después de un partido de fútbol en Grecia, muchos años atrás, 21 personas murieron y más de 50 quedaron heridas a causa de una estampida. La tragedia ocurrió cuando una multitud salvajemente emocionada respondió a la victoria de su equipo corriendo ciegamente para salir del estadio. De lo que no se dieron cuenta fue de que había una puerta cerrada al final de las escaleras. Cuando la multitud llegó a la puerta, muchos fueron pisoteados por la masa de gente que empujaba detrás de ellos. Los fanáticos celebraban con tantos gritos que no escucharon a los que habían caído y eran pisoteados.
Este tipo de situaciones, aunque muy lamentable, no se circunscriben únicamente al fútbol. Sin ir más lejos está lo ocurrido en Corea el pasado Halloween, en donde al menos 156 personas murieron por aplastamiento, con docenas más que resultaron heridas. Por otro lado, de forma más sutil y aun más trágica nos rodea a diario otro tipo de tragedia. Puede que no estemos gritando ni corriendo ciegamente en medio de una multitud, pero sí vamos por la vida sin pensar en que la gente se está muriendo y entrando en la eternidad sin Cristo. Muchas veces estamos tan absortos en nuestros propios asuntos que no escuchamos el ruido de aquellos que van delante y que se acercan al final de sus vidas. En un sentido, nuestra falta de amor y de preocupación contribuyen a su difícil situación.
Si nos hemos vuelto complacientes, pensemos detenidamente en las palabras del apóstol Pablo cuando dijo: «Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:12). Pablo nos pedía que tuviésemos buen juicio e inteligencia, sin lo cual nunca oiremos a los que piden ayuda por encima del ruido de la multitud.
Así que, pidamos a Dios que nos ayude a tener un corazón como el de Él, preocupados siempre por las almas, de predicarles el evangelio de Jesús para que así puedan ser salvas.
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