
2. Debemos orar para no entrar en tentación.
Como seres humanos pecadores y llenos de concupiscencias que nos conducen al pecado (Santiago 1.14-15), necesitamos continuamente de la oración para no ceder ante ellas. Porque es a través de la oración que podemos evitar caer bajo las tentaciones, no solo de nuestra carne, sino de nuestros enemigos espirituales (Satanás y el mundo). Por eso el Señor nos dijo:
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo 26.41 RVR60)
En la epístola de Santiago, leemos que aunque Dios no tienta a nadie (Santiago 1.13), Él tiene la autoridad para permitir que seamos tentados por Satanás. Y a veces esa tentación es tan ligera que no la logramos percibir, mientras que en otras ocasiones es algo muy difícil de resistir; sin embargo, tenemos una promesa de Dios en esto:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. (1 Corintios 10.13 RVR60)
Por lo tanto, oramos a Dios para que nos guarde de la tentación, para que nos dé fuerzas para poder soportarla y sabiduría para hacer lo correcto delante de sus ojos. Por eso es que diariamente debemos orar en este sentido como nos enseñó el Señor cuando dijo:
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. (Mateo 6.13 RVR60)
3. Debemos orar frente a decisiones importantes.
Este punto es de vital importancia, porque oramos para poder hacer la voluntad de nuestro Padre celestial y no la nuestra; por lo tanto, necesitamos su guía y dirección para que él nos dé a conocer dicha voluntad. Y es a través de la oración que hacemos esto, tal como hizo el Señor Jesús cuando eligió a los 12 apóstoles:
En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles. (Lucas 6.12–13 RVR60)
Cada creyente, por experiencia propia, sabe que como humanos somos seres falibles y que nos equivocamos siempre, pero es por eso que debemos pedir la dirección de Dios para cada cosa en nuestras vidas, para así evitar equivocarnos. Por eso su Palabra nos dice:
Pon todo lo que hagas en manos del SEÑOR, y tus planes tendrán éxito. (Proverbios 16.3 NTV)
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