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¿Por qué orar? (3)



Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (1 Juan 5:14)


Esto es lo que el Señor prometió darnos, si le pedimos en oración:


La sabiduría: «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Santiago 1:5). Tal sabiduría viene «de lo alto», y «es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna» (Santiago 3:17). «Más preciosa es que las piedras preciosas» (Proverbios 3:15). Esta sabiduría no se puede obtener en una escuela, es necesario pedirla a Dios mediante la oración.


La misericordia y la gracia: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). ¿Sentimos nuestras debilidades, nuestras miserias? Vayamos al Señor, Él nos manifestará su compasión, su gracia enriquecedora y la ayuda que tanto necesitamos. Además, estos vínculos con Él, mantenidos por medio de la oración, producirán:


El gozo: «Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido» (Juan 16:24). La oración no es una carga, todo lo contrario, pues ella colma de gozo, «porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza» (Nehemías 8:10).


La paz: El mundo busca la paz infructuosamente, porque los problemas renacen sin cesar. Únicamente Dios nos da la verdadera paz, una paz que sobrepasa las circunstancias de la vida. Por eso su Palabra nos dice: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios… Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6-7).


Estas son razones más que suficientes para que oremos a diario y en todo momento, con toda oración y súplica (Efesios 6:18), que los únicos beneficiados somos nosotros.


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