Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4.12 RVR60)
Pablo nunca tuvo poder propio que lo autorizara a usar el nombre de Jesús en la forma que lo hizo. Sin embargo, cuando tuvo que pasar por las privaciones y las dificultades, y aún cuando todo parecía como si habían naufragado, Dios se mantuvo a su lado y le dejó saber que había alguien con él, apoyándolo todo el tiempo. Alguien que fue capaz de cargarlo y sacar a flote lo que su corazón estaba deseando por mucho tiempo.
Parecía estar tan inconscientemente lleno del Espíritu Santo que lo único que se necesitaban eran los delantales y los pañuelos para mandarlos a sanar y a predicar. Puedo imaginarme a esos exorcistas judíos itinerantes y a esos siete hijos de Esceva en Éfeso buscándolo, viéndolo y diciendo, «Todo el poder parece yacer en el nombre. ¿No ha notado que cuando manda los pañuelos y los delantales dice, “en el nombre del Señor Jesús, ordenó al espíritu maligno que salga”?» (Véase Hechos 19).
Estas personas habían estado observando y pensaron, «Es solamente el nombre; eso es todo lo que se necesita», así que concluyeron, «Haremos lo mismo». Ellos estaban determinados a hacer que eso funcionara y llegaron a donde un hombre que estaba poseído por un poder maligno. Mientras entraban a la casa iban diciendo, «Te conjuramos en el nombre de Jesús, de quien Pablo predica, que salgas». El demonio les dijo, «A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?» (Hechos 19.15). Entonces el poder maligno saltó sobre ellos y rompió sus ropajes y se fueron desnudos y heridos.
¡Oh, que Dios nos ayude a entender el nombre de Jesús! Hay algo en ese nombre que atrae al mundo entero. Es el nombre, es el mismo nombre, pero usted debe entender que hay un ministerio de ese nombre. Es el Espíritu Santo quien está detrás del ministerio y el poder yace en conocerlo a Él.
Devocional
Smith Wigglesworth
05 octubre
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